domingo, 10 de noviembre de 2013

El desafío de los 30 días, día 10

La historia rolera que siempre recuerdo con mis amigos

Imaginad que con una trayectoria de juego de tantísimos años, tengo batallitas como para aburrir al abuelo. Desde la del generoso paladín que decidió darle miguitas de pan a una cocatriz porque pensaba que era una gallina (AD&D), pasando por la del halfling cochambroso e impostor que fingía ser un noble de las tierras de Frigsburg (con monóculo y todo), hasta la de la elfita-seductora-de-pelo-en-pecho en Warhammer.


El arte de Anima es estupendo, pero no lo suficiente como para animarme a retomar mis partidas a estas alturas

Luego tengo alguna anécdota reciente más recordada que otras por pura casualidad; porque mi círculo de amistades ahora no es el que era hace años. Entre esas anécdotas se encuentra la de "Me gustan los paladines que están en el candelabro", que es la que hoy nos ocupa. Otro día si eso ya os cuento la de "Adrián es todo un capitán", la historia de un chaval que compartía ángel de la guarda con los Kennedy, y que tampoco tiene desperdicio.

Pues bueno, estábamos jugando nuestra primerísima partida para Anima Beyond Fantasy en una suerte de historia de la condesa de Báthory mezclada con el capítulo piloto del manga de Berserk, todo ello localizado en Moth, la onírica tierra chunguísima, donde el señor Kruger no declara impuestos. A todo esto, entre el grupo de jugadores había un paladín altamente acorazado que es el repelente protagonista de nuestra historia. Con anterioridad, ya se había ganado de pleno el odio de todos sus compañeros gracias a sus férreas convicciones onanistas y a su empeño por enterrar y rezar por cada criatura viviente que iban aniquilando en su persecución de la condesa.

Y eso que en aquellos tiempos aún no había salido esta raza...

La cuestión es que el tío era un pedante de cojones (el personaje, no el jugador), y en estas que se presenta la oportunidad de ajustar cuentas con la moza.

 Nuestro paladín se abalanza de forma poco caballerosa sobre la muchacha plenamente sorprendida en uno de esos baños relajante de sangre de doncella que tan de moda están. La condesa responde desnuda pues...Agarrando lo primero que le pilla más a mano: Un candelabro de plata cargado de aromáticas velitas. El resto del grupo aguarda a que se haga justicia. La condesa atiza una soberana paliza al paladín ante la atónita mirada que sus camaradas de armas, que no dan crédito a una ristra de guantazos que deja al caballero con menos dientes que una aguaviva.

Y menos mal que no era uno de estos.

Gracias a aquello todos aprendimos dos hermosas lecciones. La primera, que por mucho Elán que tengas, si no existe tu dios sólo, te engañas a ti mismo. La segunda, que en Anima tener más turno que tu rival SI es una diferencia totalmente significativa.

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